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Cataluña-Espanya: hacia otra victoria de la “casta”

Íñigo Errejón, señalaba en un artículo publicado en El País, que el 80% de los catalanes mayores de 18 años apoyan la consulta. Mayores de edad, no mayores de 16 años. La consulta, no un sucedáneo descafeinado.

Colado como merienda de ciegos, el 9-N ha conseguido la participación del 37% del electorado. Si tenemos en cuenta que la votación ha carecido de toda garantía democrática (jornada de reflexión, interventores, observadores) y que ha permitido la participación de personas sin derecho a voto en un referéndum oficial (menores de 18 años), el resultado se ofrece, cuanto menos, neblinoso.

Para pulir más el arte del desenfoque, las oenegés-permítanme la gracia- Assamblea de Catalunya i Òmnium Cultural se han dedicado a seguir confundiendo “derecho a decidir” con “votación para la independencia” -ah, ¿pero no es lo mismo?-. Soflamas del 9-N y del #SíSí indistintamente,  bien mezcladas y agitadas inundaron las ciudades, hasta los propios colegios electorales. Carteles en sus paredes, en las paradas de autobús, lazos atando árboles, farolas, conciencias.

¿Qué votación democrática se decanta tan descaradamente por sólo una de las opciones posibles? Visto lo visto, no hubo que servirse de influjos nostradámicos para dar por sentada una victoria aplastante, libre de riqueza en criterios, de la opción independentista. Un resultado que, sazonado con cinismo, sirve para continuar hablando de otra “demostración de fuerza del pueblo catalán”. Nada que nuestras predicciones, tan amateur, tan fuera de la lógica política como amigas del sentido común, no hubiesen augurado.

Pero lejos de imaginar aquí lo que hubiese sido un referéndum vinculante, con más argumentos racionales –disculpen mi osadía- que identitarios y viscerales, nos proponemos igualar la catadura moral del “procés” con nuestra propia consulta elucubrarte.

Si diésemos a escoger, ¿Qué preferiría ud. votar antes, sobre la independencia o sobre los recortes en los derechos sociales? En caso de preferir la segunda opción, ¿Estaría ud. de acuerdo con la privatización y empobrecimiento del sistema sanitario y educativo? ¿Daría su beneplácito para que los amigos del President sacaran amplia tajada de la situación? Y, por acercarle si cabe a mayores mangoneos, ¿Desearía que entrase en vigor el Tratado Trasatlántico sobre Comercio e inversiones (TTIP), una negociación a hurtadillas entre EE.UU. y la UE que acabará definitivamente con el estado del bienestar en Europa?

TTIP

«Los ciudadanos antes que las multinacionales». Manifestante contra el TTIP en Londres.

No por seguir con un largo etcétera de obviedades sería menos evidente que son estas, y no las cuestiones nacionales, las que afectan más directamente al bienestar de los ciudadanos, sean estos catalanes o no. El independentismo, en el más bienintencionado de los casos, no es sino un intento en diferido de abordarlas. Un agujero por el que se escurren las fuerzas de la izquierda catalana.

Entonces, ¿cómo pueden resolverse tantas urgencias postergándolas? Más aún, ¿existe una propuesta real de estado que avale las hipotéticas soluciones? Ante la primera pregunta, el «procés» como bandera: la ilusión colectiva impregnada de etérea e infinita utopía. Ante la segunda, dudas, respuestas vagas y contradictorias. El vacío.

Entretanto, los dos pretendidos “contrincantes” de este furibundo esperpento, siguen, sigilosos, de acuerdo en los grandes temas. En hipotecarnos el futuro. Reparten aguantoformo y nos inoculan su realidad mediática. La del “tú me robas”, la del “yo me escondo”; la de “la constitución como límite” o la de “votar es normal”. Reduciéndonos a una sociedad -catalana, española…etiquétese al gusto- taciturna y miserable, arrastrada y enfrentada por discursos reduccionistas, repetidos hasta el convencimiento (Sic.Goebbels). Víctima y suicida a la vez en un harakiri colectivo con estelades y rojigualdas.

Tercera Vía y victoria por desgaste

Retomemos ahora, por un momento, nuestra particular elucubración.

¿Cuántos catalanes votarían opciones distintas al sí, de existir un referéndum vinculante? ¿Sabremos algún día el resultado de esa pregunta? El modus operandi de los partidos del régimen orienta el resultado -aquí sí- a un #NoNo.

A la élite no le interesa introducir en la sociedad el debate real y vinculante sobre modelo de estado, eso ya está decidido. Y ya no es solamente que existan negociaciones encubiertas, es que fuentes bien informadas hablan de pactos preexistentes al boom independentista que tendrían marcadas las vías por las que camina el procés.

Una de esas voces (Guillem Martínez, periodista de El País, a partir del minuto 27 -En catalán-) hablaba, hace más de un año, de un «pacto silenciado» entre los altos representantes del Estado y la Generalitat que culminaría en España Federal alrededor de 2016. Órdagos como el 9-N, la «V» o las próximas plebiscitarias, serían, junto a la cerrazón provocadora y constante del gobierno español, peldaños de una la tensión prefabricada que el nuevo «café para todos» acabaría desanudando.

 

Nos enfrentan mientras recortan el bienestar. Forges

Nos enfrentan mientras recortan el bienestar.Forges

En cualquier caso, sea o no cierta tal conjetura, cuando todo el procés termine quedará el legado de años de recortes sangrientos, de una transferencia descarnada de riqueza y bienestar hacia las clases (muy) altas. Quedará una sociedad medio emigrada y desgastada, pedigüeña de mendrugos macroeconómicos e identitarios, de los que sólo el rico come. Otra gran victoria de nuestros “caciques”, de nuestra «casta». Una victoria, al fin, por desgaste.

Ante semejante panorama,  la única esperanza de que no se salgan con la suya radica en un cambio de enfoque en nuestras preocupaciones. Las personas de a pie necesitamos recobrar la consciencia colectiva más allá de banderas y sentimientos de pertenencia, observando que nuestros problemas son comunes, pisemos la tierra que pisemos. Que nuestros gobernantes, nuestros caciques, sirven a un poder mayor, forrado de riqueza expoliada, que –en este caso sí- no entiende de fronteras. 

Quizás en esa unión esté el quid para darle la vuelta al tablero. Quizás ese, y solo ese, sea el miedo que atenaza, en la intimidad, a nuestros apátridas gobernantes.


1 comentario

  1. jdmuriana dice:

    Lo que está claro es que la izquierda catalana está dando soporte y apoyo al presidente más neoliberal que ha tenido cataluña en décadas. Y espero que le pase factura.

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